jueves, 15 de abril de 2010

El por qué del mal humor infantil

El mal humor de los niños puede tener muchas causas. Además de un mal despertar, el niño puede estar viviendo experiencias como el miedo, los conflictos entre amigos, tener dificultad de aprendizaje, o simplemente que no se siente bien del todo por alguna razón que pueda estar relacionada con la salud, con la relación con sus padres, con alguna frustración, etc. Los variados cambios impuestos por el crecimiento, por el desarrollo de la personalidad y por la conquista de espacios de independencia son factores por lo cuales los niños se enfadan, se aburren, y se comportan de manera negativa. Las mudanzas les desestabilizan. La nueva etapa requiere que se superen, y ellos no tienen la más mínima idea de cómo hacerlo. Es muy difícil crecer, según los psicólogos.

Aproximadamente a los dos años de edad, muchos niños manifiestan rebeldía a través de las conocidas rabietas. Cualquier NO de sus padres es motivo de frustración para el niño, que se siente llevado a expresar su no aceptación tirándose al suelo, con gritos, llantos, etc. La etapa de 5 y 7 años de edad, es un periodo caracterizado por una mudanza de comportamiento. Algunos psicólogos la llaman de “adolescencia de primera infancia”. En esta fase, existen alteraciones físicas, psíquicas y sociales. El niño experimenta barreras rumbo al mundo adulto, lo que hace con que su humor sea más inestable.

Hoy en día, a partir de los 7 u 8 años, los niños ya expresan con mucha más claridad lo que quieren y lo que piensan, y además, lo que sienten. Cuestionarán y repudiarán lo que no les gustan, y los padres tienen que encontrar fórmulas para controlar la situación. Por ejemplo, si el niño tiene que levantarse a las 8 de la mañana y resulta que él necesita de más tiempo para ganar ritmo, en lugar de insistir a que él se levante “de inmediato”, lo mejor es darle más tiempo, despertándole unos 10 minutos antes de las ocho, para que él pueda reaccionar de mejor manera al despertarse. En estos momentos, estimular al niño con cariñitos y animarle con palabras dulces también resulta aceptable. Lo importante es no crear un hábito de discusión día tras día, a la primera hora de la mañana. Con el tiempo, este momento se convertiría en un pozo de estrés.

A partir de los 8 o 9 años de edad, la rebeldía vuelve al día a día de los niños. A esta edad los niños esperan respuestas, y que todos sus deseos sean atendidos enseguida. Esta postura suele durar hasta el final de la pubertad.

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